No es fácil decidirse a cumplir un sueño. Si el sueño se quiebra, tendremos que aprender a vivir sin su suave hormigueo en el corazón. Pero todos los días suceden discretos milagros, y el sueño de un hombre, de una mujer, de un niño, eclosiona entre sus manos como un capullo en flor. Sueños solitarios o compartidos, unos sencillos y otros delicadas orfebrerías. El pequeño lugar secreto donde antes palpitaban se dilata, el tiempo flota como un campo de nubes y el perfume de las cosas maravillosas desciende sobre el mundo.
Zora Allen, Días al sol, Libros de los confines, 1998.