"Mi Ciudad"

Viernes tarde. Salgo de trabajar, paso por casa, recojo cuatro cosas (entre ellas a Vadia) y cojo el coche. Destino: "mi ciudad".

Motivos de trabajo me llevan allí por unos días. Es la una de la madrugada cuando llego y, a pesar de ser viernes, me encuentro con una ciudad desierta. Bajo la ventanilla, me agrada la sensación de respirar aire "limpio", al menos, más limpio del que respiro en Madrid...

Me hace gracia pasear por sus calles. Poco ha cambiado desde hace 14 años que la dejé, en esencia sigue siendo la misma... Inevitablemente comparo, siempre lo hago: lo que tengo y lo que tuve.

Las gentes pasean con aparente calma, charlan de manera relajada.

Paso por la iglesia, esa que fielmente cada domingo visitaba y que hoy no me dice nada... Y una vez más me pregunto qué pudo hacer que mis convicciones religiosas cambiaran de manera tan drástica. A la única conclusión a la que llego es que, si algo tienen en común la niña de entonces con la mujer de ahora es el ser consecuente con lo que piensa, tanto cuando creía y tenía fe, como ahora que ya no le queda ni un ápice de todo aquello...

Continúo mi paseo y observo que ya no está el kiosco de la esquina, ese en el que cada domingo me acercaba con mis primos a comprar chuches. Unas baldosas de distinto color delatan su presencia en un pasado. De repente me invade una inmensa sensación de nostalgia...

Ahora reparo en las gentes, su indumentaria, sus formas de expresarse, su manera de concebir la vida...

Contemplo todo ésto desde fuera, no sintiéndome integrada con la estampa que ante mis ojos se muestra, como quién contempla un cuadro desde la distancia...

Y ahora la sensación que me embarga es la de desarraigo...

El no identificarme con esta estampa, no significa que lo haga necesariamente con cualquier otra. Siento que ésto sea así. Es como si tuviera la necesidad de sentirme de algun sitio en concreto para experimentar traquilidad y seguridad. Tranquilidad y seguridad que, por otro lado, tampoco sé si deseo...

De repente escucho una música a lo lejos y rápidamente la identifico, son las marchas de Semana Santa que ya están ensayando. A mi mente llegan imágenes del Cristo de los Estudiantes, de la Virgen del Rosario, del Jesús del Gran Poder... A pesar de no sentirme ya creyente, no reniego de las tradiciones y no tengo problema alguno en reconocer que muchos de estos pasos, vistos en sitios estratégicos y bailados con marchas determinadas, me emocionan... No sé si es porque lo consigo desprender de su sentido religioso y entenderlo como una forma de expresión del arte o porque me traen recuerdos de etapas determinadas. Realmente desconozco el motivo, tampoco me importa...

También paso por el Real de la feria. Ya están montando las casetas. En unas semanas este paisaje desolado de esqueletos de casetas darán paso a todo un espectáculo de color y alegría. Un lugar de encuentro dónde la gente muestra su cara más alegre y aparca todo lo que les preocupa por unos días...

Ahora sonrío. Sé que aunque la Mirela que salió nada tiene que ver con la de ahora, algo queda de ella... Cierro los ojos... respiro... y me dejo embriagar por el olor a jazmín que invade "mi ciudad".

¡Vaya!

Muchas gracias. Inspirada y decidida a compartir

Porque tiene "un color especial"

Un abrazo

Sevilla es una ciudad hermosa, y tu relato una maravilla.
Gracias por compartirlo.

Precioso relato Mirela, me has hecho sentir nostalgia...

Un abrazote.

MUY BONITA FOTO, PRECIOSA

Me has dejado de piedra, Mirela. Toda tu descripción bien valdría para expresar lo que yo siento cuando vuelvo a "mi pueblo". Comparación, nostalgia, emoción, desarraigo...desarraigo que se desvanece al encontrarme como en casa. En 100 metros hablo con 5 personas. Sin prisa, con esa sencillez que tanto echo de menos.

Y al final siento que en ningún otro lugar tengo esa intensa sensación de estar entre los míos, donde en el fondo estoy realmente cómoda.

MUY BONITA HISTORIA Y LA FOTO ES GENIAL, NO CONOZCO SEVILLA PERO ME ENCANTARIA IR A VERLA, PORQUE ME HAS DICHO QUE ES PRECIOSA AUNQUE EN VERANO HAGA MUCHO CALOR JAJAJA.

UN BESAZO....

Tu historia tan bien contada, me hace pensar en la mía. Con dos años fui a vivir a Elgoibar, un pueblo industrial, debido al trabajo de mi padre, en aquella época 20 kilómetros diarios de recorrido en tren, era toda una aventura.

Cuando me case me fui a vivir a Eibar, otro pueblo industrial en el cual he vivido 25 años, ahora vivo en Donosti, me siento un poco de todas partes y de ninguna, he perdido el arraigo.

Cuando voy a Deva mi pueblo natal, no me conoce nadie, en Elgoibar, la gente de mi edad y en Eíbar las amigas que hice con las cuales sigo manteniendo relación, y para los de Donosti, soy de la provincia, y eso que no he salido de Guipuzcoa, sin contar los meses que viví en Mondragón, el pueblo de mi marido, en el que me sentía extraña.
Y es que ya dice el refrán que "Uno no es de donde nace, sino de donde pace".

Es increible que lo que: el color, ideologías, condición social, diferencia étnica/geográfica...dividen al ser humano. Los sentimientos lo unen en su nombre.

Qué traviesos son, verdad?? hacen sentir lo mismo a personas tan diferentes ( o no ).

Ni que decir lo que siento cuando voy a mi tierra.....

Gracias por compartir

Citación :

El no identificarme con esta estampa, no significa que lo haga necesariamente con cualquier otra. Siento que ésto sea así. Es como si tuviera la necesidad de sentirme de algun sitio en concreto para experimentar traquilidad y seguridad. Tranquilidad y seguridad que, por otro lado, tampoco sé si deseo...

Me ha encantado tu descripción.

Me has fotografiado plenamente.

Yo salí de mi pueblo con 8 años, y cuando regresaba, era a casa de mis abuelos en vacaciones de verano.
No había vínculos con amistades, porque al marcharme tan pequeña, sólo me quedaba la familia.

La tierra siempre tira, pero cuando voy, cada vez menos y de visita de médico, me siento desplazada, es como si tuviese la necesidad de sentir esas raices, el apego, ser de algún lugar... Y lo que consigo es que no soy de ninguno, sencillamente voy vagando por el mundo, sobreviviendo, encajando pequeñas piezas que poco a poco recomponen ese puzle que soy yo.

De aquí, de allá... Ciudadana de ningún lugar, ciudadana del mundo.

Mirela, un diez para tu directa transmisión de sentimientos


Mi ciudad, fue durante gran parte del siglo XX una ciudad industrial. Su cielo coronado por el humo de las fábricas y su gran número de chimeneas. Mis padres llegaron aqui desde el Sur, como tantos otros en los años 50. Aquel tiempo en el que ya llegabas con trabajo asegurado, o que, incluso en la estación de tren, habían empresarios esperando para contratar obreros.

Yo naci aqui, y de aqui no me he movido. Del Sur, tengo el alma, lo sé, pero por lo demás soy catalana, y orgullosa de serlo. Aqui me casé, y mi marido que era de la gran Barcelona, no pudo hacer nada para llevarme hasta allí. Aqui me lo traje, y aunque al principio le costó un poco, hoy por hoy, no cambia la tranquilidad que tenemos aqui (comparada con la gran urbe) por nada.

Durante la crisis de los 70 y 80, muchas fábricas cerraron, quedando como mudos testigos de un pasado industrial glorioso. Mi ciudad tuvo que transformarse, y poco a poco, el sector servicios acaparó el industrial. Luego llegó el boom inmobiliario. Empezaron a derribar los esqueletos de las fábricas mudas, y edificaron en su suelo grandes promociones de pisos y casas unifamiliares, aunque en casi todos los casos, las imponentes chimeneas quedaron entre la edificación. Son memoria histórica de esta tierra. Creo que ellas son un motivo por el cual me gustan tanto los faros, la visión de una gran edificación vertical apuntando el cielo me gusta, ese cielo que siempre ansío tocar y tan pocas veces se llega a hacerlo.

La explosión de la burbuja inmobiliaria, nos ha dejado una ciudad con mucha vivienda nueva. Algunas promociones han quedado paralizadas, con sus estructuras desnudas, pidiendo que alguien las vista. Pero todo llegará. El todopoderoso Ave Fénix, resurgirá de sus cenizas, y la rueda volverá a girar, como siempre en beneficio de los mismos, para que los otros de siempre (los de a pie), volvamos a soñar despiertos.

Mi ciudad es hermosa. Ha ganado en zonas verdes. Tenemos un gran parque que la atraviesa entera. Aqui se respira bien. Cuando voy a Barcelona, cada vez la veo más como una ciudad escaparate para turistas, donde la realidad de sus miserias se esconde. No podría vivir allí. Me ahoga el ajetreo.

Mi ciudad sólo tiene un fallo. Muy grande en mi caso. No tenemos mar. Ese el el único motivo, por el que tal vez algún día la abandone. Mientras tanto, seguiré aqui, entre las chimeneas que juegan a ser faros apuntando al cielo.

No nací aquí, pero me siento de aquí. Esta es mi tierra. Aquí han nacido mis hijos y aún habiendo crecido más de lo que yo quisiera, me encanta mi ciudad. Tiene todo lo bueno de una ciudad y todo lo bueno de un pueblo. Y lo mejor de todo, tenemos playa, mi playa. El mar.
Nunca me he planteado irme de aquí y creo que no lo haré nunca. Ya bastante deambulé en mi infancia de un lado para otro. Por eso creo que me agarro cada día más a este, mi sitio.

Mirela precioso tu post!

Muy bien relatao de tu ciudad, mientras la lees, perece que este paseando por las calles sevillanas.

Las ciudades son bonitas depende de los ojos que la miren, ya puede ser una ciudad hermosa si en ese instante tu tienes malos recuerdos siempre veras sus lados oscuros, si estas agradecida, las veras hermosa, altiva, coqueta, elegante sobre todo humana, durante muchos siglos que reposan en ella.

Ay mi niña, cuando se pone, que bien escribe la condená...

Te imagino paseando absorta y observandolo todo con la mirada pícara de la niña que aún tienes dentro.

Un besazo, que te lo has ganado.

Mirela,muy bonito tu post. Es nostálgico.
Me viene bien, porque acabo de llegar de mi pueblo -he estado de bodorrio-
El pueblo en que nací es muy chiquitito. Viví allí apenas nada. Pero mis raices están allí. Es curioso, porque aunque no sean mis raíces, son las raíces de los mios, y esas raices se entremezclan y yo siento cómo me tira esa tierra.
Además de que pasé todos los veranos de mi infancia, además de eso, cuando vuelvo allí, y veo a mis primos, a sus hijos, a mis tíos -desgraciadamente ya sólo quedan dos- pues eso, que cuando les veo y hablamos de esos veranos y cuando mi madre habla con gente de su edad, de la infancia y juventud, me invaden sentimientos extraños, mezcla de nostalgia, de orgullo y de cariño, mucho cariño a sus gentes, a sus montes, a sus olivares.

SALUDOS